Durante los domingos 19 de octubre, 18 de noviembre y 14 de diciembre, en sesiones matinales(12:30) y vespertinas (18:00), Titirimundi, junto con el Ayuntamiento de Segovia y la colaboración deCaja Rural, ofrecerá en la Sala Julio Michel de La Cárcel_Segovia Centro de Creación tres espectáculos dirigidos a los niños de dos reconocidas y veteranas compañías de teatro de títeres.
Las entradas, al precio de 7€, están a la venta en www.turismosegovia.com y en el Centro de Visitantes de 10:00 a 17:00 de lunes a sábado y de 10:00 a 16:00 los domingos. También en las taquillas de La Cárcel, una hora antes de cada representación.
Continúa este trimestre la campaña de teatro infantil de Titirimundi “Vamos al teatro”, gracias a la cual dos compañías llegarán a Segovia para hablar a los más pequeños de juego, música, poesía, historias con las que anidar en el asombro y la fantasía que se esconde en lo más sencillo. “La intención siempre es sembrar pequeñas huellas del espíritu de Titirimundi también durante el año, una forma de ver y de hacer, de estar en el mundo, en definitiva, que nos devuelve a lo primigenio e importante: la celebración de la vida”, expresa la directora de Titirimundi, Marián Palma.
Apostando por la investigación en el mundo del títere, La Tartana, ya con 48 años de trayectoria y su compromiso con la infancia, además de la variedad de técnicas y lenguajes que utiliza, llegará desde Madrid para crear un puente entre el mundo fantástico y el día a día. El Guardián de los cuentos (domingo 19 de octubre) narra una historia original que combina los mejores momentos de los cuentos tradicionales: En una biblioteca entra revoloteando un hada y cuando todos los libros se caen de sus estanterías, los personajes de los libros pierden la memoria al salir de sus cuentos. El bibliotecario irá abriendo muchos de los cuentos que nos han acompañado y recorriendo sus aventuras hasta descubrir quién es esa misteriosa hada. En un tiempo en el que parece que las hadas, gigantes, e incluso las bibliotecas se olvidan, el espectáculo de la compañía madrileña es una metáfora sobre la necesidad de la lectura y esos libros que nos hacen soñar y vivir mejor, que permiten ver el tesoro donde solo hay cuatro piedras o un hermoso gorro cuando solo es de periódico. Una historia con decenas de títeres de todos los tamaños, teatro de sombras y diferentes escenografías que nos hacen recordar que quizá sí puedan existir aquellas espadas que atravesaban la imaginación y la realidad en la misma habitación.
Además, el 18 de noviembre también mostrará Rossini en la cocina. Un divertido espectáculo sobre la entrega para títeres y actor a través de la obra musical de Rossini que permite descubrir al músico y ala persona con sus dos grandes pasiones: la música y la comida. En su cocina se verá cómo los acontecimientos que le van sucediendo al genial compositor cambian sus estados emocionales y cómo esto influye en sus platos y en sus partituras. Un acercamiento a la música clásica con objetos y títeres de diferentes tamaños y técnicas, donde se podrán degustar la música y el propio arte de cocinar con un postre especial en el que el público descubrirá un amor secreto…
El 14 de diciembre desde Cádiz acudirá a la cita titiritera La Gotera de Lazotea con El Gato con botas, un montaje para pasarlo “miau bien”. Por supuesto, el protagonista es ese gato heredado por el hijo menor del molinero. Pero el suyo es un gato con botas que sabe cantar y bailar sin perder la gracia; es un pícaro sin dobleces, que no se quita el sombrero ni para dormir. En fin, no es un gato cualquiera. Es un pariente cercano del Sr. Don Gato, que anda por los tejados, y primo de Marramiau, el de los pies de trapo y la cabeza al revés. Un espectáculo con las señas de identidad de la veterana compañía -44 años dan para mucho-, donde los diálogos y la música, los juegos y las canciones, tanto populares como de creación propia, se desarrollan siempre en directo.
“Lo interesante de estos tres espectáculos es que enseñan mostrando, y que cuando llegas a casa lo haces con algo nuevo”, cuenta Marián Palma. Quizá porque, cuando pensamos que la aventura ha terminado, siempre se enciende una luz y podemos seguir andando.