
Por Alexis Fernández
Carlitos espera a Margot, su amor perdido desde hace mucho tiempo. Vive a la intemperie, con lo puesto, camina con su carrito lleno de todos esos objetos que para otros son inútiles, y que tal vez guardan el secreto de una vida, forzado a una búsqueda continuada y a una espera beckettiana, infinita. Y en todos esos recuerdos que va guareciendo del paso del tiempo, escribe poemas en el aire, acaso sus anhelos: encontrar a su bailarina.

Esteban Adrián Giovinatti en Esperando a Margot
Como el vagabundo de Chaplin, como esos hombres de alma errante que tanto se parecen a los actores, y a los que Pippo Delbono dedicó Barboni, la compañía franco-uruguaya de Esteban Adrián Giovinatti desliza su poesía entre las manos de este personaje melancólico, un títere de tamaño humano, que vive en la calle, esperando el sol y también la lluvia temprana que llega a la tierra. La locura que lo habita, su lirismo interior y su rebelión lo mantienen al margen de la sociedad. Y él sigue esperándola, viviendo de sus recuerdos, que va sacando poco a poco al ritmo del Nocturno nº2 en Mi bemol Mayor de Rubinstein, en un montaje sin palabras que acentúa su poesía en el gesto y en los silencios, a través de los que narra su historia.
Carlitos toca la guitarra y desempolva una trompeta. Un día trabajó en el circo, quizá allí conoció a Margot. Y bajo la melodía de Entrée des Gladiateurs de Jean Laporte nos demuestra su talento con la música. Recuerda ese pasado que se ha ido y que vivió. Los lugares por los que transita se van transformando en su hogar mientras suena Gelsomina de Nino Rota. Pero con su magia no es capaz de hacerla aparecer, de su chistera no sale ella, sólo su miseria y un esqueleto de pollo. La busca entre el público, acaso es aquella, o tal vez en ti habite su recuerdo. Mira con amor su retrato, incluso a aquella que formó parte de su cajita de música. Y sueña, sueña mientras escucha a Schubert… Y, mientras, la calle se vuelve el cuadro íntimo de un universo cómico y trágico, allí donde la nostalgia romántica del pasado lucha con el absurdo del presente en un camino sin fin hacia el horizonte.