
Por Alfonso Arribas.
Conversatorio. Con Quico Cadaval.
Entras en un escaparate, te encaramas a un brevísimo escenario, te sientas frente al anfitrión. Juguetea con un reloj para explicarte el mecanismo (no del reloj, sino del Conversatorio) mientras piensas que quizá tendrías que haber preparado algún tema, para que no haya silencios incómodos. ¿Qué mayor provocación, dentro de esta provocación, que llenar de silencio lo que se supone va a ser una conversación? Eso dijo, o parecido.
Algo suena, y entiendo que se ha acabado mi tiempo, nuestro tiempo. Pero es la alarma que advierte a Quico de que es la hora de la medicación. Siguiendo los parámetros de la provocación, me resisto a preguntarle qué toma y para qué lo toma. ¿Qué mayor provocación que no hacer referencia a algo que salta a la vista? Eso pienso, o parecido.
Hablamos de imposturas. De quien cita el Ulises de Joyce como su libro de cabecera sin haber pasado de la primera página. Y del Bloomsday, de la copa de Burdeos y del sándwich de Gorgonzola.
Fuera, en la calle
-¿Y qué hacen esos dos ahí?
– Están conversando.
– ¿Hay que pagar?
– Sí, un euro, se destina a causas solidarias.
– ¿Pagar por hablar?
– Bueno, es una performance.
– ¿Y cuál es el títere?
(…)
Dentro, en el escaparate
- ¿Qué tal? La verdad es que me impone un poco esto.
- ¿Decidiste hablar más tú que yo o al revés?
- Dije cinco para ti y cuatro para mí
- (…)
- Para superar la vergüenza, he decidido no mirar hacia fuera, como cuando uno tiene vértigo y no mira hacia abajo.
- ¿Has cogido una gominola?
- (…)
- Al fin y al cabo, los periodistas estáis acostumbrados a hacer interrogatorios…
- Nos gusta llamarlos entrevistas (glups).
- Mi padre usaba mucho la palabra interrogatorio, por ejemplo cuando…
- (…)