
Por Alfonso Arribas
Resulta imposible no emocionarse cuando, al asistir a una representación teatral, sientes que los creadores del montaje alguna vez se colaron en tus sueños, escudriñaron tus reflexiones íntimas y compartieron, en silencio y seguramente agazapados, tu singular idea de la existencia.
Suena pretencioso, pero me dio por pensar que tras esas excursiones furtivas los integrantes de Le Clan de Songes vieron claro que tenían que hacer Fragile, el espectáculo con el que la compañía francesa se estrena en Titirimundi. Una alegoría, es decir, una sucesión de metáforas, una cadena de imágenes que explica, mejor que cualquier otro recurso retórico, la naturaleza esencialmente sinuosa de la vida.
El componente protector de la educación familiar deriva habitualmente en la generación de seres que se asoman al mundo convencidos de que lo único que hay que hacer, lo más seguro y normalizado, es seguir la línea recta que se abre a nuestros pies. Exactamente en ese punto comienza este montaje, cuando una criatura de ojos asombrados, sombrero rojo y cuerpo endeble se dispone a recorrer ese camino allanado, plano y sin inclinación, bien agarrado a su pequeña maleta.
De forma muy parecida a mis sueños, pronto la senda se retuerce, obligando a cambiar el paso. Hay veces que te lleva a la derecha, otras que te envuelve o encierra, otras te abre alternativas. Hay momentos incómodos, cuando la pendiente es demasiado dura o cuando alguien parece haber quitado las dos siguientes baldosas. Pero también los hay esperanzadores, cuando irrumpen en ese mismo camino otros seres que te ayudan a encontrar la forma de avanzar, o como la llegada a un lugar maravilloso al que solo se podía acceder adaptándose a las curvas que vienen, tomándolas y no esquivándolas.
Todo esto muestra Fragile, y lo hace con un reguero de poemas visuales plenos de sensibilidad y buen gusto, un mundo onírico nada fantasmagórico que apetece disfrutar más que abominar. Si surge la empatía, es inevitable acompañar a este títere en su viaje iniciático, que es más de antihéroe que de coloso, y vivir la experiencia con él, junto a él.
Pequeño y emotivo, técnicamente impecable y brillante en su aparente sencillez. Así es Fragile, como los regalos que te hace un hijo con sus manos.