Por Alfonso Arribas/ Alexis Fernández
Por este año se acaba el Festival. Hemos emprendido este viaje a Titirimundi a través de las palabras, haciéndolas aparecer, y también desaparecer, en este cuaderno de bitácora que, como los navegantes, hemos intentado llenar de datos, pero sobre todo de emociones, alzando la mirada para encontrar faros que nos guíen en el trayecto, nuevas islas, bahías en las que atracar, y reponiendo fuerzas para volver a salir a mar abierto. Dos miradas distintas navegando con el mismo rumbo, reflejadas en los artículos de este blog. No queríamos dejar esta edición sin una despedida a dos voces, y, sin querer ser pretenciosos, nos hemos colocado en nuestro propio punto de mira para expresar lo que significa para nosotros este Festival. Por este año se acaba Titirimundi. No hay atajos de vuelta. O quizá sí.
-Alexis: La vida en estos días de Titirimundi se desliza como si fuera solo eso, vida. Viajamos por este reino de asombro “con los ojos como platos”, como decían las camisetas de esta edición, sin volver el rostro, en la dirección del agua, y llegamos a ese mar donde nadan las estrellas y crecen los cuentos. Y también la realidad plasmada en la que se basan esos cuentos. El ritmo del cuerpo y de la mente es tan veloz en el poder de la imaginación, y al mismo tiempo tan intenso, que desfallecer es fácil, pero la recuperación milagrosa. Hay una cura para el alma que llega al día siguiente, cuando esos instantes renacen, cuando la nieve de esa bola de cristal interna se estira y se tumba en la superficie para volver a agitarse entre tantas sensaciones agolpadas. Así son las jornadas cuando se vive en Titirimundi. Hay veces que incluso aprendo idiomas y me embauco en fiestas a las que no asisto. Aunque las viva de una manera paralela y a pesar de que R y Mon me sonrían cuando huyo en la invisibilidad.
Hoy S me ha escrito que es feliz, y que una razón es vivir el festival, estar en él. Creo que tal vez también ser en él. Ser con los compañeros y amigos, y con tantos que se van haciendo entre miradas cómplices y sonrisas encontradas. Ser en él volviéndose a “aniñar de espíritu”, que decía Unamuno, cuando todo es nuevo, o parece nuevo, y toda impresión viene humeante y chorreante de vida. Es entonces cuando aparece “un misterio transparente”, “ese núcleo de la infancia que permanece en el alma humana, la infancia inmóvil, fuera de la historia, siempre viva, real en esos instantes de iluminación y de existencia poética” (Unamuno, Miguel de: Recuerdos de niñez y mocedad). No es volver a ser niño, sino atrapar la capacidad de asombro, de vivir emociones, la ingenuidad, la esencia del ser. Tal vez porque solo “conservándola”, reviviéndola, “alcanzamos la libertad y podemos mirar cara a cara el misterio de la vida”.
-Alfonso: En ocasiones, en muchas ocasiones, “los de comunicación” tenemos que poner a prueba nuestra profesionalidad difundiendo mensajes, maneras de hacer y de entender, filosofías y teorías que están muy alejadas de nuestras convicciones, de nuestros intereses y de nuestras apetencias. Tiras de oficio, si es que queda algún residuo, a veces cierras los ojos, tragas saliva y das a enviar.
Todos los trabajos tienen sus rutinas desalentadoras pero también destellos ilusionantes. Eso es para mí Titirimundi. Un fogonazo, un resplandor que ilumina esa parte de entusiasmo que te propicia un feliz reencuentro con la pasión por comunicar algo que te apasiona. Y encima no estás solo. Alexis, responsable sin duda de los más bellos textos del cuaderno, dirige el timón de este barco que hemos botado en 2014. Compartimos ese entusiasmo, esa conexión personal cuando se trata de promocionar las grandes y pequeñas cosas de un Festival que nos ha enamorado, que cada año nos ilusiona, en el que creemos y que obra el milagro de convertir una ciudad grisácea en un festín de color. Segovia nunca está más bonita que en Titirimundi, nunca es tan disfrutable. No estás solo porque no hace falta más que salir a la calle para toparte con miles de entusiastas como tú, que han comprado entradas, que han planificado recorridos, que reservan vacaciones, que se dejan seducir por la creatividad de las propuestas. Con ese público (target) es con el que soñamos “los de comunicación”. Y con el equipazo que trabaja para que el círculo acabe cuadrando. Que cuadra.
Aunque el tiempo borre tantas cosas
-Alexis: La verdad es que desde hace unos días me siento extrapolada. Estos viajes al interior son muy cansados, pero tan eficaces. Volver a la cotidianeidad asusta, después de todo. Pero volver con tantas vivencias en la maleta, hace vislumbrar horizontes y afrontar riesgos.
Tengo la maleta cargada de memoria, sin sobrepeso, la necesaria para registrar cada paisaje, grabar cada figura y mezclarla con mi vida. Por eso hemos querido escribir en este cuaderno de navegación, para llegar a nuevos puertos, para visitar los que dejamos atrás y nos hicieron felices. Para no olvidar. Para recordar un pedacito de esas sensaciones que pululan detrás de las palabras que permanecen. Aunque el tiempo borre tantas cosas. Para trazar, entre ese “paciente laberinto de líneas” creadas por reinos, montañas, bahías, mares, islas, peces, habitaciones, instrumentos, astros, personas –que escribía Borges en el epílogo de “El Hacedor”- la imagen de nuestros rostros.
-Alfonso: Sí, acabó una versión corta pero intensa de Titirimundi, una travesía por un mar en calma de la que hemos pretendido compartir momentos, sensaciones e impresiones a través de este blog. Más allá de espectáculos concretos, siempre queda en el recuerdo una mirada, una sonrisa. Me he topado con ellas a diario, de niños pero también de adultos. Un bienestar que se comparte y contagia, y que sabemos llega a las compañías, que encuentran en el Festival un lugar de disfrute y de reconocimiento. Eso de trabajar a gusto, como decía al principio. Este, el de la colección de sonrisas y miradas embobadas, el del catálogo de rendiciones a la fantasía, es un balance que no suele salir en los medios. Pero es el más importante. Y el que después de todo hay que comunicar.
-Alexis: Quizá sea éste el atajo de vuelta, ¿no crees?: la memoria. Y la esperanza. Nosotros mismos. Gracias, querido Alfonso, por compartir este cuaderno de viaje con tu mirada, siempre llena de cosas nuevas.