Por Alexis Fernández
Pensando en el dolor y en el porqué decidí que lo mejor era cambiarme de cabeza. Y la oportunidad, como las mejores “casualidades” de la vida, vino a mí. Como doctores Frankenstein, Fred Abels, creador de esculturas cinéticas e inventor, y la marionetista Mirjam Langemeijer –ambos Electric Circus- me dieron el pasaporte para realizar un viaje especial en compañía de sus animatronics hacia Headspace. Tres cabezas gigantes de un material similar al cartón impermeable –como justo no son las nuestras, en las que todo penetra- que te colocas encima del cuello y en las que una tiene el privilegio de vivir un momento único, verdadero, porque quizá esa verdad sólo la podemos tener un instante: esos dos minutos en los que los pensamientos se detienen y estás atenta a la vida, y sólo eres. Y, entonces, todo viene a ti.

Un viaje a la existencia, en plena intimidad. Headspace, de Electric Circus
Dice Gustavo Martín Garzo al hablar de los cuentos que “si queremos penetrar en el misterio del mundo tenemos que ser capaces de no buscar a cada momento la explicación de lo que nos sucede y aprender a vivir en la incertidumbre”. Por eso Alicia puede vivir sus aventuras. “O Wendy, cuando es conducida por Peter Pan al País de nunca jamás. La isla no se puede encontrar, es ella la que te encuentra a ti”, como una revelación, como una luz que trae lo que justo necesitabas.
De las tres cabezas que uno puede elegir en esta instalación experimental, me quedo con una, la que me puse haciendo juego con el corazón y me dejé llenar, concentrada y embelesada, de ternura. Aquella mujercita de gesto suave envuelta en papel de burbujas, alzó la mirada, y sus ojos se pusieron dentro de los míos. Me sonreía y yo, entonces, le devolvía mi sonrisa entre la emoción del instante. Bajaba su rostro tímidamente y de nuevo lo alzaba para mirarme discretamente. Y me sonreía. Me sonreía y yo volvía a sonreírla. O acaso era yo la que sonreía y ella la que se mimetizaba conmigo. Tal vez era yo la que me estaba dando la oportunidad de sonreír a la Vida y era la Vida la que me devolvía la paz de esa sonrisa.
No siempre sucede así en el día a día, pero todas esas veces, ayuda tener calma ante tantas preguntas. Ante el dolor, todo se ve con un bálsamo de piedad. Como Alicia, me di cuenta de que no necesitaba saberlo todo y de que me conformaba con la mitad de ese conocimiento.

Mirjam Langemeijer y Fred Abels, integrantes de la compañía holandesa Electric Circus, creadores de emociones a través de sus animatronics.
Hay quien dice que el momento más doloroso de un niño es cuando descubre que no puede hacer magia. Pero el instante más hermoso es cuando uno acepta que es maga de su vida y que no sólo le basta a cada día su propio afán, sino a cada instante. Vivir el presente más absoluto de cada segundo de la existencia. Para que nada se pierda.
“Somos portadores de un mensaje, un mensaje que no comprendemos ni sabemos a quién llevar. Los mensajeros de un mundo desaparecido. Así es nuestra vida. Al dolor de no saber, se sobrepone el asombro de descubrirnos portadores de algo precioso. Algo que no debe perderse, parecido a una pequeña llama. Eso es vivir, llevar esa llama de un lado a otro, aunque no sepamos para qué”…