Por Alexis Fernández
Tengo un sueño atroz. Se me caen de las manos la libreta y el boli, me quedo en modo “asombro” o “pensamiento intenso”, sin parpadear. Pero lo que al principio era el cansancio, pronto es la espectacularidad del trabajo de Viajeinmóvil en esa versión especial y popular, profunda y tan trabajada, del Otelo de Shakespeare. Jaime Lorca y Teresita Iacobelli encarnan a Emilia y Yago y dan voz y movimiento, y gesto, y vida, manejando, en todos los sentidos, a Otelo y Desdémona, dos maniquíes desestructurados.
Apabullante, este Otelo parece ser todo un esfuerzo por romper prejuicios a la hora de acercar la clásica pieza a un público actual, poniendo el acento en el carácter “popular” que la caracterizó desde sus primeras presentaciones en 1604 y que con el correr de los siglos fue perdiendo. Para lograrlo, el espectáculo comienza con dos personajes atrapados por los conflictos de la pantalla, una telenovela, un melodrama que no es sino la tragedia de Otelo y Desdémona. Elementos mínimos, una iluminación sencilla y una escenografía con apenas una cama y dos maniquíes, generan una peculiar mimetización de actores y marionetas. Cada respiración de los títeres está tan medida, es tan rigurosa y emocionante que es fácil pensar que esa cabeza negra de Otelo y esa percha con traje de general es real, que ese pelo de Desdémona que se mueve de forma estudiada y esos ojos que nos miran son humanos, que la cabeza jadeante de (Miguel) Casio está dirigiéndose a nosotros. Solo es posible con dos actores más que extraordinarios, una dirección precisa y una espectacular, por su sencillez y su resultado, puesta en escena.

Un momento de la obra, con los dos actores y su gran trabajo de desdoblamiento de personajes. Foto de archivo
La veterana compañía chilena Viajeinmóvil (Gulliver, El último heredero, Chef, Beito Cereno, La Polar) ha elaborado un trabajo bellísimo, asombroso, tan inteligente como fiel al espíritu de Shakespeare, concentrado en solo una hora, y enfocado en el abuso de poder en el universo familiar, en el feminicidio. Un Otelo especial por la manera de afrontar a ese personaje machista cegado por “el monstruo de los ojos verdes” y víctima de las técnicas manipulatorias de Yago. En torno a este nivel de realidad, Viajeinmóvil ha construido, así, el entorno social y político de la obra, dando juego al resto de personajes y en concreto a esos “yagos” de la sociedad presentes que detonan el conflicto a través de un mecanismo que no ha perdido su vigencia ni efecto: el rumor.
No hay condena, solo hechos, y los momentos más intensos están tratados de forma tan elegante teatralmente que el efecto en el espectador es de una intensidad dramática que asombra. Redondo este espectáculo de Viajeinmóvil, ese desdoblamiento de personajes tan preciso en su desenfreno y tan bien realizado. Para “llevar el corazón en la mano…”
Me mareo, creo que es síndrome de Stendhal… Pura, inteligente, belleza escénica.