
Titirimundi cumple para los voluntarios una función formadora. Esta formación se promueve en torno diversas áreas. La comunicación es la más evidente y la de mayor calado (ellos son la cara y la voz del Festival ante las compañías y el público), pero existen otras que comentamos a continuación.
Más que meros espectadores
El hecho de ver una docena de obras de teatro de títeres en el trascurso de seis días supone estar expuesto a un abanico muy amplio y diverso de este tipo de manifestación artística. Por otro lado, los voluntarios de Titirimundi, al estar en contacto directo con los artistas colaborando en los montajes de sus obras y hablando con ellos acerca de su forma de trabajar, acceden a los entresijos de la preparación y el montaje de una obra de títeres. El hecho de ver la misma obra una y otra vez hace que, progresivamente, sean capaces de no prestar especial atención al argumento de la obra para centrarse en otros aspectos, como la forma, la técnica, las reacciones del público… lo que los convierte en espectadores críticos. Adquieren un conocimiento acerca del teatro de títeres mayor del que tiene el común del público.
Técnicos
Algunos de los voluntarios colaboran con el equipo técnico del festival, para lo cual se les da un curso previo en el que se les enseñan unas nociones básicas sobre el funcionamiento de una mesa de sonido o de luces. Pero no sólo es el curso con lo que aprenden, el verdadero aprendizaje tiene lugar con la práctica, es decir, durante el desarrollo del festival, cuando realmente deben (siempre con un técnico a su lado) poner en práctica esos conocimientos en un espectáculo en directo.
Organización de eventos
Al pasar a formar parte del festival, los voluntarios se introducen en el mundo de la organización de eventos. Su colaboración les permite conocer desde dentro las dinámicas organizativas de Titirimundi y muy pronto toman conciencia de que esas dinámicas son extrapolables de cara a organizar cualquier otro evento.