
El voluntariado cultural da la posibilidad de que la ciudadanía pueda participar de forma activa en las diversas acciones que se desarrollan en una comunidad. Al formar parte de la organización no sólo los voluntarios pasan a pertenecer al evento, sino que el evento les pertenece a ellos, y con ellos, a los ciudadanos. Participar supone transformar la realidad en la cual se participa, y al transformarla, los sujetos se apropian de ella, la hacen suya.
Cada voluntario representa al evento y con él a la ciudad en la que se desarrolla; cada voluntario es el evento y, por lo tanto, el grado de responsabilidad que eso conlleva genera en ellos la sensación de sentirse útiles, necesarios, no sólo de cara al festival sino también de cara a la comunidad en la que viven, sensación que viene causada, en gran medida, por las relaciones personales que se generan dentro del evento entre voluntarios, equipo organizativo y artistas. La principal motivación que hay en los voluntarios culturales no es de índole altruista, sino que está determinada por la necesidad de sentirse útiles.
Para mantener esta motivación se atribuyen responsabilidades a los voluntarios de forma que ellos sientan que son necesarios para la organización. Y, a su vez, para que ellos asuman estas responsabilidades como propias, es preciso que impere un ambiente en el que los lazos personales sean cercanos. Desde la organización de un evento no debería exigirse responsabilidad a los voluntarios que colaboran en él si las relaciones personales existentes no generan vínculos afectivos sólidos.
Por otro lado, este clima de cercanía promueve, también, el aprendizaje. Un proceso de aprendizaje viene determinado, en gran medida, por la posibilidad de encontrarse en un contexto en el que los sujetos estén expuestos a experimentar sentimientos de forma continuada.
Los voluntarios de eventos culturales son sujetos que, si bien sí muestran un especial interés en diversas manifestaciones artísticas, su motivación a la hora de participar no viene dada exclusivamente por ese interés, ya que, a pesar de que el tipo de tareas que realizan durante el festival les acerca a lo artístico, no les convierte en artistas, les convierte en comunicadores. Cuestión sobre la cual los voluntarios se muestran totalmente conscientes.