Por Alexis Fernández
Muchas veces me suelo subir por las paredes, con toda la pasión. Otras me encuentro en mi imaginación, sentada sobre un tejado, mirándolo todo desde arriba, que es como creo que mejor se ven las cosas. En la calma de las alturas, el mundo es más pequeñito, o quizá más grande, la perspectiva cambia. Como en Titirimundi, donde los puntos de vista se modifican continuamente e incluso es posible desafiar a la gravedad. Y es que todo cae en esta Tierra, algunas cosas irremediablemente. Así que, como si me hubiera puesto el collar de Newton, me deslicé secretamente en la piel de Tobías Wegner y me introduje en el personaje de Leo, el espectáculo de Y2D Producciones basado en la original idea del propio actor y premiado en Edimburgo y en el Fringe de Adelaida.
En el escenario, un pequeño cubículo simula una habitación y, al lado, la misma habitación se ve en una pantalla de igual tamaño. Leo lleva una pequeña maleta en su mano, con ella entra en el cuarto, lo examina, hace suyo el espacio, y, de repente, todo cambia alrededor. Mientras Tobías Wegner se mueve lateralmente en una coreografía tan precisa como un reloj, los ojos se me van a la pantalla, donde con un haz de talento y una cámara capaz de girar imágenes 90 grados, el actor rompe las reglas del espacio y hace realidad lo imposible de la manera más natural. Leo se eleva, y yo con él, comienza a poder moverse por las paredes, pero, en un intento por adaptarse a las nuevas leyes de la gravedad, se cae. Yo también, como es visible gracias a mi ojo de cíclope en medio de la nariz. Ante su nueva situación, Leo debe adaptarse. Yo también. Al principio, todo parece inseguro y alarmante, pero poco a poco esta situación extraña de movimientos imposibles llega a ser divertida y desafiante, así que decidimos agudizar el ingenio para explorar el nuevo mundo y descubrir formas de aprovecharlo. Y además, da la casualidad de que todo lo que llevamos en la maleta sirve para hacer más cómodo este nuevo hogar.
Con el tiempo, las cosas evolucionan, la percepción de la realidad se hace distinta, y, en esa habitación donde el agua de una botella se derrama horizontalmente en la boca de Leo, el personaje se da cuenta de que está solo, de que se ha convertido en un rehén en ese mundo obsesivo, y llega a la conclusión de que necesita romper su confinamiento. En su búsqueda por liberarse, recluta al aliado más improbable y valioso: él mismo, yo misma, tú mismo. Como en la propia vida, de repente nos encontramos en situaciones que rompen con nuestra mentalidad y nuestra forma de hacer, salimos de nuestra zona de confort y seguridad y tenemos que echar mano de nuestros propios recursos y herramientas emocionales para afrontar esas inesperadas aventuras a través de mundos efímeros, mundos imaginarios, o ese presente lleno de pasado al que Polina Borisova desafiaba ayer en Go! con cinta de carrocero, en un intento de llenar el vacío.

Quedarse o salir… Imagen de Aina Zoilo en un momento de la representación de Leo, de Y2D Producciones
Tras explorar sus sueños y sus deseos, Leo ha cambiado, ha vivido más, se conoce mejor y decide continuar, así que encuentra un hueco para salir, y decide ir hacia la luz, hacia la búsqueda de la libertad.
Yo tampoco me quedo en mi butaca, y con la energía de Tobías, y cual Fred Astaire en Royal Wedding –aquella película de los años 50 de Stanley Donen- ahora puedo hasta bailar sobre las paredes de mi habitación. Sin artificios. Pero decido salir, hacia la Vida.