Por Alfonso Arribas
Ese señor me mira mal. Muy mal. Puede que haya pagado menos por la entrada de lo que correspondía. Bueno, nos mira mal a todos. Quizá teme que estos 17 valientes que vamos a invadir su caravana lo hagamos desordenando y ensuciando. Aunque en realidad no se notaría demasiado: tiene la roulotte un poco descuidada, avenjentada. No creo que sea ni el dinero ni el temor al desbarajuste. ¿Nos odia? Parece que sí, o al menos nos desprecia. E impone respeto, con esa mirada torcida y las uñas negras. No sé si ha sido una buena idea elegir Bakélite.
Una escueta grada nos espera. Arremolinados, apretados. Nos dice que calladitos, quietecitos y (esto no lo pronuncia, pero lo dicen sus ojos) en estado de alerta. Obedecemos, y el primer escalofrío viene de la combinación de oscuridad y un sonido brusco que nos indica que nos acaban de cerrar a cal y canto la única vía de salida. No hace falta ser claustrofóbico: el instinto nos dice que corramos, que efectivamente no ha sido una buena idea prestarse a dar carnaza a esta Caravana de l’horreur. Pero la suerte está echada.
Muchos hemos venido con Braquage en la cabeza. Un montaje perfecto ideado y ejecutado por Olivier Rannou pleno de imaginación y talento que fue una de las sensaciones de Titirimundi en el pasado cercano. En esos segundos de espera, frente a unos tablones cruzados que no presagian nada bueno, el recuerdo de aquel espectáculo aporta calma e interés.
Comienza el desfile. Somos espectadores y víctimas de un relato sangriento narrado con ese estilo peculiar de la compañía francesa, apoyado en la combinación de técnicas rudimentarias y pretecnología, otorgando la importancia debida a la iluminación y al juego de perspectivas.
Objetos que son personajes identificables, sonidos que describen, silencios que encogen. Uno se siente como en esos campamentos norteamericanos llenos de adolescentes descerebrados. Hay un asesino en serie suelto y deciden hacer una chisquereta en el lugar más recóndito del bosque. Luego gritan.
No hice recuento, pero creo que salimos todos los que habíamos entrado. Así que terrorífica sí, pero aniquiladora no parece que haya sido esta caravana.